El 9 de junio...la excepción
La tarde del 9 de junio de 1967, el presidente de Egipto, Abdel Nasser, decidió dimitir de todos los cargos oficiales y regresar a las filas de las masas, pero de manera espontánea millones de ciudadanos salieron a las calles para rechazar la decisión y corearon el lema "No renuncias... Lucharemos".
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El aprecio y el amor hacia el presidente Abdel Nasser es muy grande hasta el día de hoy.
Hace 57 años, la guerra que “Israel” lanzó contra Egipto en junio de 1967 estaba por llegar a su fin y el difunto presidente Gamal Abdel Nasser prometió ante el mundo y sus altos dirigentes que no lanzaría un ataque contra la entidad sionisa.
Eso significa que Egipto no iniciaría la guerra, pero “Israel” lanzó el ataque, y hasta el día de hoy muchos en el país y el mundo árabe creen que Gamal Abdel Nasser no inició el ataque.
Cualquiera que sea el caso, el ataque israelí tuvo éxito, ocupó todo el Sinaí, y quedó demostrado que todas las promesas del comando general del presidente de estar preparados y dispuestos para afrontar y absorber cualquier ataque fueron sólo palabras en el aire, pies no tenían los límites mínimos de preparación.
El enemigo planeó y preparó el ataque con mucho tiempo, mientras Egipto no tenía un plan para contrarrestarlo y las acciones defensivas fueron interrumpidas en los momentos críticos.
Precisamente, el 9 de junio, Gamal Abdel Nasser salió por la tarde con un discurso para anunciar la capitulación, la cual llamó El Revés, pero en otra intervención el 23 de julio del mismo año, aniversario de la revolución del 1952, utilizó el término derrota.
El presidente ofreció al pueblo muchos datos, pero no mencionó todos. Hubo asuntos y detalles no explicados al público en ese momento.
Algunos de ellos fueron mencionados en varias reuniones con líderes estatales más tarde, y en las memorias del entonces ministro de Información, Mohammad Faeq, bajo el título “Una marcha de liberación”.
Todos escuchamos de Abdel Nasser un análisis en profundidad de la situación interna inmediata antes de la derrota.
La tarde del 9 de junio, Abdel Nasser decidió dimitir de todos los cargos oficiales y regresar a las filas de las masas, pero de manera espontánea, millones de egipcios salieron a las calles para rechazar la decisión y corearon el lema "No renuncias... Lucharemos".
Muchos de ellos fueron movilizados a la casa del presidente, pero las fuerzas de seguridad le impidieron llegar allí.
En la historia del pueblo egipcio, muchos salieron a las calles a exigirle al gobernante su renuncia, como en mayo de 1805, cuando los ciudadanos reunidos alrededor de una ciudadela y armados con pipas y palos demandaron la renuncia del Pashá.
La protesta duró unos cuarenta días mientras el Pashá quedó asombrado por la petición.
El jefe de los nobles, Omar Makram, fue nombrado entonces por orden del sultán. ¿Como podría ser destituido por orden de los campesinos?, como narró Al-Jabarti en su libro.
Al final, el Pashá renunció por orden de los campesinos, fue sustituido por Mohammad Ali Pashá, y este tipo de fenómeno fue repetido con posterioridad en otras formas y contextos.
(Pashá o un pachá es un título originalmente usado en el imperio otomano, aplicado a hombres con mando superior en el ejército o en alguna demarcación territorial)
Los egipcios experimentamos esto dos veces, primero en enero y febrero de 2011, cuando el grito era “Vete”, y sólo dos años después, el 30 de junio de 2013, y el llamado era “Abajo”, en referencia al líder del grupo de los Hermanos Musulmanes.
Egito no estuvo solo en esto. También le sucedió a muchos países del mundo a lo largo de la historia.
Pero en junio de 1967 nos enfrentamos a la situación contraria, la gente salió a impedir la renuncia del presidente, en una completa paradoja y excepción histórica de obligatorio estudio y análisis.
El mandatario recibió un golpe doloroso y una derrota aplastante y decidió retirarse por completo de la escena política. De repente, las masas que debieron responsabilizarlo o exigir su juicio dijeron no a su renuncia.
A su vez, esa excepción fue mal entendida por quienes tratan con arrogancia al pueblo egipcio y odian a Gamal Abdel Nasser, así como por algunos de sus afiliados en el trabajo político y ejecutivo.
Los malentendidos siguieron el método de “sabe memorizar, pero no sabe entender”, y de quienes repitieron los dichos de la “herencia de esclavos”, la pasión por la tiranía oriental y otras frases de los colonialistas europeos del siglo XVIII.
Asimismo, los opositores o haters contaron historias falsas sobre la Unión Socialista, organización política de ese momento, y movilizaron a millones en las calles y los adoctrinaron con frases.
Los haters tienen derecho a decir lo que quieran, pero lo dicho implicó percepciones exageradas del poder y la influencia de esa organización, sin olvidar el gran insulto a todos los egipcios.
Algunos de los afiliados a Abdel Nasser interpretaron la presencia de los egipcios en las calles como el deseo popular de que permanecieran en el cargo, como sucedió con el mariscal de campo Abdel Hakim Amer.
Otro grupo de hombres cercanos a Abdel Nasser apostó por hacer lo mismo durante la crisis de mayo de 1971 con el presidente Sadat, pero esa es otra historia.
Algunas de las elites egipcias, incluso del círculo nasserista, opinaron que Abdel Nasser y su régimen deberían irse y dar paso a un nuevo gobierno para tratar la situación de manera diferente, pero el pueblo lo rechazó con una estrofa del poema de Saleh Jawdat: “Quédate... porque tú eres la esperanza duradera”.
Si en ese momento hubiera llegado un nuevo presidente con un enfoque diferente, como algunos esperaron, Abdel Nasser no sería el responsable de la derrota ni estaría obligado a restaurar la dignidad y el prestigio, y podría construir sus planes sobre la base de aceptar la derrota y aceptar sus consecuencias.
En resumen, la derrota habría pasado y quedado sin responsabilidad, la cual no significa sólo procesar a los responsables, sino lograr la victoria y liberar cada centímetro de la tierra de esta nación.
La adhesión del pueblo egipcio a la presencia de Abdel Nasser fue evidente porque resumió la estrategia repetida en una canción de Abdel Halim Hafez: “El que nos enreda nos salvará”, un canto emotivo, pero el oído y la conciencia receptores fueron la de los políticos.
Fue el propio Abdel Nasser, la persona que mejor entendió la posición de todos los egipcios en ese momento, al responder y quedarse en su cargo hasta eliminar los efectos de la agresión. Esa decisión fue anunciada por el presidente de la Asamblea Nacional en presencia de sus miembros.
Algunos intentaron evaluar las expresiones de alegría de varios miembros del Consejo por la decisión del presidente como groseras e inapropiadas.
La posición popular automática obligó a otros a reconsiderar sus visiones, al menos congelarlas y permanecer en silencio.
En la química de la relación y conexión entre el líder y las masas, el retorno estuvo condicionado a la necesidad de restaurar la dignidad y el prestigio.
A partir de ahí comenzó el proceso de reconstrucción de las fuerzas armadas y lanzar la guerra de desgaste. El pueblo soportó con satisfacción todos sus costos nacionales y humanitarios, además del material.
Pero a nivel de calle dejó de existir un mandato absoluto para el líder como antes, terminó la magia del carisma y convirtió al ciudadano en receptor y destinatario. Así surgió un nuevo estado de interacción.
La calle tomó el papel de observador antes de ser socio, y las manifestaciones de 1968 fueron un claro ejemplo. Muchos, en especial estudiantes universitarios, grupos politizados y jóvenes dentro de la Unión Socialista objetaron las sentencias leves dictadas contra algunos de los responsables de El Revés, pues las consideraron falsas y no en correspondencia con la magnitud del desastre causado, a pesar de que Abdel Nasser firmó las disposiciones.
La rúbrica fue retirada por respeto al rechazo de las masas y en respuesta a sus sentimientos y palabras airadas durante las manifestaciones, la cuales le afectaron en el orden personal.
Algunos analistas consideraron la decisión de Abdel Nasser ante los manifestantes un indicador de debilidad y una prueba de una disminución de su poder e influencia, además de la vacilación de su popularidad. Pero cumplir la voluntad de las masas es una prueba de fuerza y un indicador de confianza y respeto.
El rechazo de las masas y la respuesta del presidente confirmaron la relación condicional. En resumen, no hay un cheque popular en blanco.
La censura de la calle, su asociación o condición, llámela como quiera, nadie debería verla, ya sea dentro del régimen o aparato estatal o fuera de él, opositores o hartes, como menosprecio al líder o una manera de perjudicar su prestigio.
El aprecio y el amor hacia él fue grande, tal vez hasta el día de hoy. Pero cambió el estilo de relación e interacción entre Abdel Nasser y las masas.